20141218

si se nos perdió la casa
no hay casa a la cual volver
si se escapa o salta desde el cerro hacia las rocas
no hay      escuadra
que pueda comprobar si siguen existiendo
las esquinas que contenían
los      gritos
el brazo extraño sobre el hombro conocido
el grito de noche y el balbuceo
la pared aplastando un cuerpo inmaculado
tú cuerpo inmaculado
gritando      por última vez

si se nos desintegra la casa
no hay símbolo suficiente
o alegoría que pueda volver
a pegar las       molduras
a pegar la         alfombra       al piso
esa que manchaste al décimo cumpleaños
de ese día en que todas
nos agarramos de las manos
y cortamos los
            tendones que nos sostenían

tú fuiste la primera en morder la uña
y tomar las       pastillas
es mi turno de golpear paredes
y probar la resistencia
de los materiales de construcción
de la casa que   no   fuimos



20141020


me preguntó si era posible dejar la casa
quemar la casa, reducir la casa a escombros
como los que caen desde los techos después de los terremotos
y yo le contesté
que yo nunca había salido de mi casa
lo que me recordó un poco un poema de kavafis
porque no sé si es la ciudad la que arrastraremos por siempre
pero sé que es la casa
con sus paredes agujereadas, las manchas del techo
los álbumes familiares, cachureos que se perdieron en el patio
y que hoy deben estar enterrados
cinco metro bajo tierra

20141016



me viniste a visitar
te sentaste a la mesa conmigo
serviste agua en la taza de ambos
hablaste de tus últimos fracasos
hablé de la última vez que había mandado una carta
por correo y con estampilla
porque creí que mientras más repitiera esa historia
se iría diluyendo la culpa
de haber enviado esa fotografía dentro del sobre
en la que salía sonriendo en el patio de mi casa
con ese conejo que no pude nombrar
a una desconocida peruana
con la que había hablado un par de veces por internet

20140212

asunto vacío



te escribo un mail desde la cuenta de hotmail que usaba a los 10 años
con guiones bajos y letras de más
signos de más encerrados entre nuestras paredes
que siempre fueron arrendadas y nunca compradas
para decirte que
hoy no dormí tan bien
me desperté un par de veces, cada dos horas exactamente
y sentí el peso de tus cortinas
el peso de las persianas que nunca se pudieron instalar
el peso de tu pierna sobre mi pierna y el
peso de la noche como si hubiésemos viajado al siglo antepasado
y, de repente, entre ladrones de poca monta y prostitutas
surgiera nuestra cama
como la última isla en un océano de agua dulce